Belén Chalá (Quito, Ecuador. 1986) llegó a España con 19 años. Recuerda que sus dos primeros años aquí fueron muy duros y largos y que sufrió diferentes episodios de discriminación racial. Graduada en derecho, se desliga un poco de esta rama y se centra en la fotografía para conectar con el arte y la cultura y trabajar desde la parte social.
Autorretrato. Belén Chalá.
Háblame un poco sobre ti y tu infancia
Yo soy de Quito, la capital de Ecuador. Viví allí hasta los 19. Los últimos cuatro años me quede al cargo de mis hermanas mayores porque mi madre se mudó a España. Cuando era niña sí que llegué a sufrir los típicos comentarios racistas de compañeros de clase. Fue bastante difícil porque siempre era la única chica negra y a veces la única chica incluso. No entendía ese tipo de comentarios y al final tenía instaurado ese racismo conmigo misma, con mi color de piel.
Cuando eras pequeña, al recibir estos comentarios en el colegio, ¿entendías el por qué? ¿Se lo preguntabas a tu madre?
La verdad es que nunca lo hablé con gente adulta. Entendía que los comentarios eran por ese odio que se le podía llegar a tener a mi color de piel y más aún al ser la única niña negra. Los chicos tenían esa idea preconcebida de prejuicio, ya no solo por ser negra si no por ser chica. También se sumaba el machismo por su parte hablando a las chicas de forma peyorativa. En estos aspectos nunca me callé, y sobre todo con los comentarios que hacían sobre mi color de piel. A pesar de que no los entendía, siempre traté de defenderme y en cierta medida me hizo crear una especie de comportamiento agresivo, pero al final, de esta forma se terminó por respetarme. Sí que te crea esa rabia de pensar “¿por qué yo tengo que ser diferente?” “¿Por qué ningún chico se fija en mí?”.
¿Cómo está la situación en Ecuador?
En Ecuador la situación racista es bastante potente. Es un país latinoamericano con grandes problemas raciales y étnicos. Sobre todo, hacia las minorías como los nativos indígenas. En general hacia todo aquel que es diferente a lo que ellos piensan que es “gente blanca”. La realidad es que no existe la “gente blanca” pero hay tanta ignorancia que ellos mismos se consideran blancos, no mestizos, que es lo que realmente son. Es un país lleno de mucha incultura y de muchas inseguridades y prejuicios. Aunque creo que habrá avanzado. Yo llevo 15 años ya fuera de Ecuador y sí que es verdad que la juventud está creando un cambio en el país, pero si el propio gobierno no cuida y no valora y no educa sobre estas cuestiones es bastante complicado poder hacer algún tipo de cambio.
Llegas a España en el 2015 y te asientas en Las Palmas, Canarias, junto a tu madre. ¿Cómo fueron esos primeros años?
Bueno, yo conocía España por el fútbol y por la música, pero al llegar a Las Palmas me di cuenta de que mucha gente no sabía nada de Ecuador. Se pensaban que era un país que estaba en África al ver mi tono de piel y sí que me hacían el típico comentario-chiste preguntándome si había venido en patera. Yo les respondía que imposible, porque venía del otro lado del Atlántico. Esto me creaba enojo porque la gente creía que Ecuador era un país tercermundista, y claro que hay problemas económicos, pero hay aeropuerto. Me di cuenta de la ignorancia en temas de geografía e historia que tienen incluso personas con educación.
Los dos primeros años fueron muy complicados. Todo el proceso de legalizar papeles, las diferencias culturales… Pero creo que la balanza es positiva. Mi infancia fue en un entorno de respeto y protección y durante mi juventud tuve la suerte de desarrollarme en Europa. A partir de ahí empiezo a hacer ese estudio introspectivo sobre mi propia identidad como mujer y mujer negra. En estos años me he dado cuenta de que Europa es un continente racista hipócrita. No es un racismo abierto e ignorante como en Latinoamérica, aquí está bastante más escondido.
Autorretrato. Belén Chalá.
Entonces, el racismo en España, por ejemplo, ¿lo encuentras más en instituciones y empresas privadas?
Sí. Creo que a nivel institucional no hay representación negra nacida ya aquí en España. También sucede en empresas privadas. Es complicado encontrar oportunidades laborales más allá de los trabajos de limpiadora, o camarera. Que no son trabajos por los que te tengas que sentir mal. Pero si tienes una preparación y una educación quieres trabajar sobre eso. Ahí es donde te das cuenta de que está ese racismo oculto, hipócrita. Es muy difícil ver a gente negra en puestos altos ejecutivos o de directores.
También influyen los prejuicios. Aquí en Las Palmas, el movimiento #BlackLivesMatter ha creado concentraciones y manifestaciones y en una de ella vi a un par de chicos jóvenes negros. Para ellos todo esto es muy complicado también porque les etiquetan de agresivos, ladrones, violadores… Yo, por ejemplo, si el día de mañana tengo un hijo, no va a poder llevar capucha porque ya le van a etiquetar y juzgar sin conocerle antes.
"Si el día de mañana tengo un hijo, no va a poder llevar capucha porque ya le van a etiquetar y juzgar sin conocerle antes"
¿Has identificado algún tipo de patrón que se haya repetido tanto en el racismo que has sufrido en Ecuador como en España?
En Ecuador, por ejemplo, está más relacionado con la pobreza. Allí no existe la clase media, o eres rico o eres pobre y al final, cuando no tienes armas educativas para defenderte vas a recurrir a la violencia en situaciones de discriminación. Aquí en España, por ejemplo, en Barcelona sí que veía mucha prostitución de chicas latinas o la sectorización de los barrios en Madrid. Luego también hay ciertos barrios o pueblos más pequeños en los que sí que se te van a quedar mirando y te van a llamar “negra sucia” o algo así.
Una vez aquí en Las Palmas estaba en un mercadillo con mi ahora expareja y un hombre no dejaba de mirarnos y seguirnos. En una ocasión en la que mi expareja estaba solo, el hombre se le acercó y le preguntó que por cuanto me había conseguido, que él también quería una igual para él. Esto me molestó muchísimo. Son las situaciones que tenemos que cambiar porque no se dan por ser negra, sino por ser mujer, por ser persona. Esto te hace ver que todavía hay un racismo estructural, social, institucional, educativo, sexual. La sexualización que tiene la mujer negra también es muy alta. Tiene que ver un poco con esa imagen de lo exótico, de la mujer latina, de la mujer caliente. Aquí en Las Palmas chicos con los que he estado, más jóvenes, más adultos me hacían el comentario de “ay, yo es que nunca he estado con una negra, no se como será”, como si yo fuese algo de otro mundo. Y luego por parte de las mujeres también, algunas te miran de forma celosa, desagradable, con la desconfianza de que vas a ir a robarles a sus maridos y a sus hombres.
Aun así, agradezco realmente vivir ahora en España. Sigue siendo un país donde te puedes juntar tranquilamente con tus amigos, tener encuentros culturales y aquí en Las Palmas, por ejemplo, hay ese cariño hacia los latinos y hacia los negros. Pero hay cuestiones educativas y sociales en las que todavía tenemos que trabajar y ahora con la crisis del Covid-19 va a ser más complicado encontrar trabajo porque te lo van a pintar con que hay crisis económica, pero en realidad ese racismo sigue ahí oculto.
Eres jurista, pero también fotógrafa y estas llevando a cabo un proyecto fotográfico. ¿Qué temas trata?
El proyecto se llama “Etiquetas” y trata de visibilizar a mujeres y niñas negras, afrodescendientes y africanas de una forma positiva. Se llama así porque como sociedad estamos acostumbrados a etiquetar a la gente por prejuicios, por la primera impresión, sin conocerla. Hay mujeres lesbianas, transexuales, discapacitadas, adultas, jóvenes, niñas… La idea es mostrar sus espaldas con unas etiquetas y el proyecto viene representado por frases o palabras de aquellas personas que se han sentido etiquetadas o estigmatizadas de alguna forma negativa. Hay una sobreexposición de la cultura desde el punto de vista negativo. Siempre se intenta buscar la pena, la pobreza, el niño descalzo, la patera. Es una realidad que está ahí. Pero las mujeres negras también tenemos otras realidades. Queremos compartir nuestros éxitos, que me he educado, que he progresado. Es hora de empezar a hablar desde un punto de vista más positivo. Ya hemos reconocido el problema, pero es hora de reconocer también la parte del crecimiento.
Estoy trabajando también con trabajadoras sociales y con psicólogos para hacer un proyecto contundente, potente y fuerte. Para hablar del lenguaje inclusivo porque es muy importante hoy por hoy cambiar nuestra forma de expresarnos. Cada vez me voy retroalimentando más de las opiniones de las personas, entonces el proyecto sigue creciendo y avanzando. Creo que, si todo sigue bien, dependiendo del Covid-19, me gustaría presentar “Etiquetas” en el otoño de 2021.
Proyecto "Etiquetas" de Belén Chalá
¿Cuál crees que sería la mejor “medicina” para combatir el racismo latente en nuestro día a día?
Yo creo que lo más importante es la educación. Una educación libre. Reconocer nuestro pasado. No podemos olvidar nuestra historia y es importante hablar de ello en las escuelas. Hablar con sociólogos, psicólogos y con gente que te hable de derechos. Que los niños y jóvenes hablen con personas más adultas que lo han pasado mal y que puedan compartir sus historias. Involucrar a los jóvenes, al fin y al cabo, son el futuro. Pero educarles bien. Darles los materiales y herramientas necesarias porque hoy en día las redes sociales son una puerta abierta donde cada uno dice lo que quiere, y los niños y jóvenes son muy manipulables. Es muy importante controlar bien las redes sociales.
Tenemos que crear más herramientas tanto digitales como visuales en las escuelas. Ya no solo relacionadas con el racismo, sino con la xenofobia también. Ser inmigrante es muy complicado. Hay que dar visibilidad a estos temas. Hay que hablar sobre la prostitución, sobre el racismo, la trata de blancas… porque están ahí. Todo es cuestión de educación y prevención. Temas de los que tenemos que hablar sin ningún tipo de tabús.
Texto: Sofía Nicolás
Fotografías: Belén Chalá
Entrevista publicada en la revista Contraportada nº 3
Comments